domingo, 31 de julio de 2011

Tower

Era media tarde cuando por fin abrió los ojos. Estaba cansada después de otra noche en vela, otra noche en la que no había conseguido cerrar los ojos hasta que fue casi de día. Se levantó del sofá y apagó la televisión. El calor hizo que fuese a la cocina en busca de algo que la refrescase y aliviase esa sensación de ahogo. Al final, y tras no encontrar nada, decidió encenderse un cigarrillo.

De camino al sofá, hizo un alto para asomarse a la ventana. Desde arriba, las personas parecían algo más pequeñas. No era un piso demasiado alto, pero sí lo suficiente como para sentirse en una torre de vigía cada vez que se asomaba. Los ruidos de la calle llegaban distorsionados y atenuados, y las voces se entremezclaban haciendo imposible distinguir lo que decían. De pronto se sintió como llevaba sintiéndose desde que era capaz de recordar; como una desconocida en su propia casa. Echando de menos no sabía muy bien qué, porque el remolino de emociones y voces de su interior no le dejaba tenerlo muy claro. Pese al calor sofocante, ella sentía frío cada vez que se sentaba en silencio en su cama y no encontraba lo que buscaba a su lado. Así que se colocó los auriculares, y escuchó su canción favorita.



A escasos centímetros de su mano, veía el móvil con el que podría romper esa jaula de cristal que ella misma se estaba construyendo. Lo cogió, lo miró... y lo volvió a dejar en la mesa.

Tal vez el hielo estuviese más clavado en su interior de lo que jamás habría pensado.

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