domingo, 7 de abril de 2013

No debería

-Tal vez un poquito, así...

       Sus dedos pulgar e índice se juntaron hasta dejar un milímetro de separación entre las yemas de ambos. Miró con media sonrisa hacia aquellos ojos oscuros que, pese a la poca luz de aquel callejón, brillaban con luz propia reflejando los escasos fotones que iluminaban la zona.

-Pues no deberías...

         Automáticamente, el tiempo para él se paralizó como ocurría en ocasiones, y mientras su mirada se quedaba fija un par de segundos reales, en su cabeza comenzaron a sucederse pensamientos a velocidades vertiginosas, pujando por llegar a su boca pero quedando atrapados en un mar de palabras abigarradas y sin mucho sentido. Incapaz de darles salida de una manera ordenada y apropiada, se concentró en atrapar el momento, en hacer una isntantánea de sus pensamientos para posteriormente ordenarlos con claridad y poder expresarlos de manera adecuada.

        No fue demasiado difícil. En cuanto llegó a casa, las teclas reclamaban que las acariciara como sólo algunas noches le llamaban. Con la sensación urente en el alma de poder dar vida a todo lo que era incapaz de decir en un día normal como consecuencia de su limitada habilidad fonatoria. Sabía que era tarde, pero que no podría dormirse hasta que todo aquello saliese de su interior. Así que se sirvió un Whisky imaginario y encendió un puro ficticio, de esos que no dan cáncer pero mentalmente le ayudaban a convertirse en su alter ego, un escritor bohemio de palo. Era plenamente consciente de ser el equivalente literario a la gente que se cree artista o profesional de la cámara por hacer fotos de comida y aplicarles un filtro de instagram.  No debería forjarse identidades ficticias para escribir, pero lo hacía.

       Se  puso a repasar mentalmente aquellas dos palabras. No deberías. Resonaban en su cabeza no como algo malo, sino como un mantra repetido hasta la saciedad en alguna ceremonia de busca del auténtico yo. Como una pieza clave hacia la introspección que tanto predicaba e intentaba practicar. Había tantas cosas que no debería haber hecho en su vida... Era incapaz de mirar atrás y no encontrar cientos de cosas que no deberían estar ahí: amanecer en un parque sin saber muy bien donde estaba. Comerse un chuletón que llevaba demasiadas horas al aire libre. Correr por el campo sin más abrigo que la luz de la luna. Junto a ellas, otras cosas que se arrepentía de no haber hecho. No haber estudiado un poco más. No haber pasado todo el tiempo que podía con la gente que le importaba. No haber sido un poco más espabilado en sus años más tiernos. 

        No quería hacer una lista pública de los errores que había cometido en su vida, puesto que no se trataba de eso. No pretendía hacer sentir mal a nadie. Él no se sentía mal, todo lo contrario. Sólo quería hacer una cosa: quería decirle a aquellos ojos oscuros casi negros una cosa. Una que él sabía perfectamente que no debería hacer.

        Pero al fin y al cabo, él era una persona rara. Nunca había sido capaz de someterse al dictado de lo que debería o no debería hacer. Y se sentía orgulloso de ello, porque tal vez su vida no fuese modélica en cuanto al momento en el que estaba cumpliendo sus objetivos, pero era modélica en experiencias. Y aquella experiencia estaba resultando tan especial, tan única y tan irrepetible que quería vivirla a todo corazón. No se planteaba futuro, no se planteaba nada.

        Los planteamientos sobran cuando la felicidad está al alcance de tus manos. En esos momentos, lo único que importa es agarrarla fuerte,  ser consciente de que uno nunca sabe el tiempo que le queda en este escenario, y que lo mejor es regalar su mejor versión a esa persona increíble para que quiera compartir el máximo de ese tiempo contigo.  No porque quieras atarla a tí, sino porque no hay mayor felicidad que ver que alguien a quien consideras maravilloso quiere compartir sus segundos con un escritor de palo.


       El reloj decía lo tarde que era. Habían pasado varias horas, pero en su cabeza seguía en aquél callejón, juntando los dedos pulgar e índice hasta dejar un milímetro de separación entre ambos. No obstante, la separación era, tal vez, un poco más grande que antes, y un poco menos que después.