sábado, 26 de enero de 2013

Canciones


Se despertó completamente a oscuras. No era capaz de decir cuánto tiempo había dormido, pero desde luego había dormido el tiempo necesario para recuperar las energías gastadas a lo largo de la semana. Como cada mañana, lo primero que hizo fue sintonizar su emisora favorita y subir el volumen. Subió las persianas y abrió las ventanas para que entrase el aire templado del soleado sábado. El aire acarició de golpe su pelo, sacudiendo un poco los rizos enredados por la almohada. Cerró los ojos e inspiró fuerte, llenando sus pulmones hasta que sintió que iban a estallar. El aroma de las encinas y el campo le ayudó a despertarse del todo.

Estaba recogiendo su habitación cuando comenzó a sonar cierta canción en la radio. Automáticamente recordó aquél primer viaje en coche, aquellas primeras conversaciones sobre música y canciones favoritas. Recordó que el título de aquella canción en concreto había sido mencionado. Aquello había provocado que, desde entonces, escuchase aquella canción con una actitud diferente. Cada vez que la escuchaba en la radio, aprendía alguna anécdota curiosa sobre ella. Acerca de su composición, de curiosas similitudes entre personajes del video y un cantante actual, sobre el famoso cantante camuflado en la intro de la canción, sobre cómo el estudio en el que se grabó aquella canción había sido destrozado por un huracán, o un tifón, o algún tipo de tormenta que no recordaba... Un sinfín de cosas que habían hecho que su respeto inicial por la canción se hubiese convertido en algo más. Aquella canción formaba ya parte de su vida, lo quisiera o no, y cada vez que la escuchaba no lo hacía como con cualquier canción. Lo que él veía en aquella composición trascendía lo que los meros sentidos percibían; Era un todo de anécdotas, curiosidades y maestría musical. Se había convertido en una pieza sublime.

Toda aquella reflexión era perfectamente aplicable a cierta persona. Aquel primer viaje en coche había sido el primero de otros muchos. Aquellas primeras conversaciones dieron lugar a días y días de hablar sin parar, siempre aprendiendo algo nuevo y nunca aburriéndose. Aquella primera vez que sintió vértigo al mirar sus ojos marrones, aquel primer roce de sus manos... todo se iba entremezclando, complementando y evolucionando, dando lugar a algo inclasificable e indescriptible, que formaba parte de su vida y lo haría para siempre. Por eso, aunque sabía que pasaría unos días sin escuchar su canción favorita, se sintió tranquilo. Aprovecharía para reflexionar sobre la felicidad.

Porque, al fin y al cabo, la felicidad no tiene formas complejas e imposibles. La felicidad tenía la forma de un cabello negro como la noche y unos dedos helados entrelazados con los suyos.