domingo, 10 de marzo de 2013

Miradas


Recordaba perfectamente aquella noche. Los nervios de los días previos, la fatiga de los ensayos, el temblor en sus piernas cuando, por primera vez en su vida, iba a presentar algo suyo al público. Claramente no era algo puramente suyo, sino canciones famosas que iban a tocar y cantar, pero le daba lo mismo. Era joven y estaba nervioso. Tanto que había  insistido hasta el hartazgo en que las luces estuvieran lo más tenues posible cuando diese el paso al frente y comenzase a prepararse para cantar aquella canción. Sabía que era fácil de tocar, y que la voz tenía dos momentos críticos: el comienzo, cuando tenía que poner la voz lo más grave y suave posible sin que le saliese demasiado inaudible, y el final en el que tenía que aguantar un par de notas altas. En los últimos ensayos había ido bien, pero sentía cada milímetro de su cuerpo temblando como si estuviese parado encima de una atracción de feria, o de una de estas máquinas de fitness que te tonifica las nalgas por medio de extrañas vibraciones. Pero ya no había vuelta atrás; la gente estaba en silencio, esperando a que tocase el arpegio de entrada y comenzase la canción. Cuando comenzó a puntear las cuerdas, escuchó algunos "ooooh" que provenían del público. Recordaba todo aquello igual que recordaba que los nervios se esfumaron en el momento que la guitarra empezó a sonar. Pero había cosas que no recordaba.

No recordaba cómo la canción había terminado. No recordaba si había cometido algún error, o si alguien del grupo había tocado el acorde que no era. No recordaba que, probablemente, alguno de aquellos "ooooh" venía de una voz ahora muy familiar. No recordaba, porque no los había visto, un par de ojos oscuros mirándole y escuchándole durante los 3 minutos que duró la canción. No recordaba aquella mirada que, sin embargo, ahora era incapaz de olvidar.

Es curioso cómo, las cosas que uno no puede recordar, son las que más importantes se vuelven con los años.