Empezó a pensar en sus contradicciones favoritas, y se dio cuenta que todas conducían a lo mismo; El calor que podían transmitir unas manos heladas. La risa que provocaba su cara más seria. Lo terriblemente malvada que le decía que era la Noche, por mucho bien que le estuviese haciendo sin saberlo. La buena suerte que le había hecho cruzarse con alguien también marcado por un día en teoría de mal fario. El poder sentirse despreocupado y alegre en una época de preocupación máxima. Lo oscuros que podían ser los días y lo luminosas que podían ser las noches si su estrella brillaba fuerte. La culpabilidad de saber que debería dejar marchar a su luz de luces, y el egoísmo de quedarse con ella aunque fuesen cinco minutos más. El tener que apartar la mirada de aquellos ojos oscuros cuando podría mirarlos horas y horas. El deseo de que llegase una asignatura en la que se matriculó por descarte. El escribir para no bloquearse al hablar. Lo encantadores que resultaban ahora sus antes irritantes jardines de pensamiento. Lo cansado que podía sentirse tras dormir 10 horas y lo revitalizado que se sentía con apenas 5 de sueño. Los pasos atrás dados cuando lo único que deseaba era dar un paso al frente.
Se dio cuenta de que llevaba 13 contradicciones, y decidió parar. Seguramente, si pensaba un poco encontraría alguna más. Pero 13 era un número perfecto, y decidió que daba igual cuántas añadiese a la lista.
Aquellas eran sus 13 contradicciones favoritas.
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