Toda historia tiene un lado oculto. Toda acción conlleva una reacción. Hasta el acto más insignificante puede tener consecuencias que no imaginamos... Las ideas pasaban por su mente mientras sus letras volvían de nuevo a la tercera persona, su favorita para contarle cosas sobre él en la distancia.Sus pensamientos parecían fluir en cursiva entre el río de letras rectas que poblaban sus páginas.
El tiempo es relativo. Las horas pueden ser muy cortas paseando por la ciudad y muy largas sentado en una silla. Si aquella bolsa se hubiese roto a la primera, no me pasaría las tardes esquivando ficus. O plantas. O jardines en general. Mi brazo no tendría pequeños capilares rotos a tollinas. Probablemente, ni siquiera estaría escribiendo esto. Miraría por la ventana y no vería sitios por los que planificar una caminata por la sierra. Vería piedras, caminos y plantas. Todo fluye y se relaciona, se influye y se inhibe. Hasta una coma mal puesta puede hacer que alguien relea una línea para entenderla. Esas milésimas son la diferencia entre cruzar miradas y simplemente levantar los ojos del papel. Es tan complicado que todo confluya, que casi parece un milagro. Por eso no puedo creer en la mala suerte, pero sí en la buena. ¿Contradictorio? tal vez. Pero es así; la mala suerte no existe, no es más que el curso natural de acontecimientos que desembocan en algo neutro o malo, o que consideramos relativamente malo desde nuestra limitada percepción. Que haga frío en Invierno no es mala suerte, es natural. No encontrar un grano de arena concreto en la playa es lógico. Sentirse sólo en medio de 7.000 millones de personas es paradójico, pero comprensible dadas las infinitas posibles combinaciones de acontecimientos que te condicionan día a día, y que pueden hacerte sentir una gota en el océano. Pero la buena suerte es distinta. Existe, es un cambio brusco en contra de la entropía del universo. Es la excepción que confirma la regla. Es la aguja en el pajar que necesitabas para coser los retales de una vida algo harapienta. Es la armonía entre el caos. Es el señor borracho que cruza el semáforo en rojo y se para cuando está en verde. Es difícil, es la posibilidad entre el millón. El billón entre el trillón. La micra en el tejido del universo que cae justo en el campo de tu microscopio. La suerte es que tras tantos y a la vez tan pocos años, te hayas cruzado por delante. La buena suerte es que en tantos miles de años, hayamos coincidido en el tiempo. En el número y el día de la semana. Buena suerte es que mi personalidad irritante e infantil te resulte graciosa y te haga querer pasar más tiempo conmigo. Esa es mi buena suerte: mi suer13.
Podría pasarse horas pensando en su buena suerte. Pero por desgracia, tenía que aparcar sus pensamientos y estudiar. Pero estaba tranquilo: sabía que la Noche llegaría, y podría sentirse afortunado de nuevo.
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