domingo, 4 de noviembre de 2012

No hay manera


Era una mañana gris en Madrid. Los acontecimientos de los últimos días le tenían en una inquietud contínua, y ahora necesitaba centrarse para escribir. Decidió poner un poco de música para intentar olvidarse de lo que le rodeaba, pero el aleatorio del reproductor le jugó una mala pasada.

La sensación de tener un gato en la tripa no le dejaba estar tranquilo, así que se separó del ordenador y decidió prepararse un café. La combinación del aroma del espresso con la música le transportó al pasado por un instante. A las tardes de cafeína y nicotina, a las noches de copas y risas. A los desayunos rodeado de gente desconocida.

Mientras las volutas de vapor que salían de la taza se perfilaban en el aire, empañando ligeramente el cristal de la ventana, cerró los ojos y trató de retener mentalmente aquella sensación que no volvería. El intento fue en vano, y se esfumó tan pronto como llegó.

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