Un rincón en el que realidad y ficción se mezclan sin dejar claro donde termina o empieza cada una.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Desafortunadamente afortunado
Se despertó como cualquier otro día. La luz entraba por su ventana, recordándole lo poco que había dormido. El tic-tac de su reloj sobre la mesa le hacía plenamente consciente del lento y calmado transcurso de cada segundo que pasaba. Lentamente, estiró su cuerpo y comprobó mentalmente que todo estaba bien, y que el dolor de cabeza era algo pasajero que cedería con el calor del primer café. Salió de la cama, agarró algo que ponerse y se dirigió a la cocina. Como no podía ser de otra maner, tuvo que ceder a una de sus manías de bicho raro y ponerse los auriculares mientras desayunaba. La música y el café le llevaron a un plano diferente que le permitió reflexionar sobre su vida.
Por más que le daba vueltas, no encontraba la respuesta. Su innata tendencia a sobreanalizarlo todo estaba animando a sus neuronas a intentar atar cabos que probablemente deberían quedar desatados. No quería volver al autoengaño, a las falsas ilusiones. Se había jurado tiempo atrás que aquella parte de su personalidad estaba enterrada a dos metros de profundidad en alguna tierra lejana, y no iba a desenterrarla para volver a sufrir inútilmente. Pero había algo que resultaba cálido en todo aquello. Tal vez la misma sensación que experimentó el mago Howl cuando, años después, volvió a sentir el peso que suponía tener un corazón otra vez. Una pequeña gota de color que se iba filtrando y extendiendo entre toda aquella maquinaria agostada por el desuso y roída por el óxido de la amargura. Un incipiente optimismo limitado por el pesimismo y el creerse destinado a un nuevo fracaso.
Todos aquellos pensamientos se mezclaban con las melodías y la cafeína, despertando poco a poco al resto de neuronas de su cabeza y haciéndole sentir desafortunadamente afortunado.
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