lunes, 15 de agosto de 2011

Nicotina.

Se despertó sudando, con la única sábana que había en su cama pegada al cuerpo. Era aún de noche y la temperatura había bajado un par de grados, aliviando el calor sofocante tan típico de la capital en Agosto. Sin embargo, había algo más pegado a su cuerpo: un brazo humano. Por un momento se asustó, pero se tranquilizó al ver que ese brazo seguía unido a su dueña. Vació sus pulmones lentamente y un dolor punzante en la cabeza le recordó que unas horas antes, había bebido demasiado. Lentamente empezó a recordar lo que había pasado esa misma noche, tratando de recordar cómo había conocido a la mujer que dormía a su lado.

Recordó que había ido a dar un paseo por la Gran Vía, y que como en muchas otras ocasiones, ese paseo había terminado en un banco de Plaza de España, mirando a la gente que pasaba mientras fumaba un cigarrillo. De ahí a su apartamento había unos cinco minutos a pie, de modo que le gustaba fumar sentado tranquilamente en lo que, según él, era el jardín de su casa. Recordó que hacia la medianoche, una chica se acercó y le pidió un cigarrillo. Él se lo habría dado sin rechistar, pero sólo le quedaban tres contando con el que se estaba fumando en ese instante, y tardó dos segundos en darse cuenta de que estaba pensándoselo demasiado. Antes de que ella pensase que era un tipo más extraño de lo que podía resultar alguien solo, en un banco, a las 12 de la noche en Madrid en Agosto, le ofreció el paquete de tabaco, abierto en un gesto universal de "sírvase ud. mismo".

-Muchas gracias- dijo ella con una media sonrisa. -¿Estás solo?

Él la miró algo extrañado y acto seguido contestó:

-Si por solo te refieres a que si no hay nadie más por aquí, entonces no. Ahora, si tu pregunta es si estoy acompañado, no lo estoy, de modo que si, estoy solo.

-¿Y no podrías haberme dicho que sí directamente?

-No soy una persona muy directa, la verdad. Pero ahora me toca preguntar a mí; ¿Qué hace una chica, sola, en Madrid, pidiéndole tabaco a un completo desconocido en un banco de la calle a estas horas de la noche?

-Vaya, a eso no puedo responder con una evasiva- dijo con una expresión entre pensativa y traviesa. -Supongo que me ha salido más barato que comprarme un paquete. Además, lo estoy dejando y sólo quería un cigarro, no un paquete entero.

Él dejó escapar una carcajada. Ella le miró y sus ojos parecían decir "No le veo la gracia a lo que acabo de decir." Antes de que pasara el segundo y medio necesario para que ella pensara que se estaba burlando de ella, él replicó.

-Me hace gracia eso que acabas de decir. Suena a una relación de pareja muy nicotínica.

-¿Nicotínica?

-Sí, nicotínica. Una de esas relaciones que hace daño, pero de las que es muy difícil salir porque una persona ejerce un poder casi magnético sobre la otra y viceversa.

-Vaya, nunca lo había pensado de ese modo. Hablas como si fueras un experto en relaciones nicotínicas...

-Al fin y al cabo, fumo. La adicción es mi rollo. De hecho me quedan dos cigarrillos en este paquete y sólo pensar que me tendría que ir a casa a por otro paquete me crea un poco de ansiedad.

-¿Y no te lo has traído? Me parece muy poco previsor por tu parte.

-Tenía pensado volver a mi casa- dijo él señalando la zona por la que vivía- en cuanto terminase este paquete, por eso no lo he traído.

Ella se sentó a su lado y le dijo - Pues creo que te voy a ayudar a terminártelo, y mientras me cuentas eso de tu ruptura nicotínica. Suena interesante.

Entonces él comenzó a hablar mientras se encendían los últimos cigarrillos de la noche.


-Realmente no es fácil salir de una relación así. Por muy mal que lo pases a diario, siempre te queda la esperanza de que las cosas cambien. Y cuando está claro que tiene que acabarse, porque no le está haciendo ningún bien a ninguno de los dos, siempre hay amagos, igual que cuando intentas dejar el tabaco. Pueden pasar varios días sin que uno hable con el otro después de una discusión, incluso alguno puede decir "hemos terminado". Pero a los cuatro o cinco días, el mono del contacto de la otra persona hace que uno de los dos marque el número del otro y las cosas se solucionan. Se queda, se pide perdón, y se realiza el equivalente a fumarse medio paquete del tirón.

-¿El equivalente? ¿Te refieres al sexo?

-Efectivamente. Pero no es solo sexo; tiene un componente de angustia, de añoranza, de adicción. Por eso algo muy importante es el momento de después: la noche. Después de una pelea seria y de su correspondiente reconciliación, la noche que pasan nuestros yonkis del amor es perfecta. No hay ni un roce. Ni una mala palabra. Todo es dulzura y buenas intenciones. Todo es paz. La nicotina invade sus torrentes sanguíneos y pinta todo de color de rosa, pero no es más que otro engaño pasajero. Tarde o temprano, vuelven los problemas.

-Entonces, ¿cómo se sale de una relación así?

-Pues igual que se deja de fumar, cada uno tiene su técnica. Sin embargo, a lo que más suele recurrir la gente es al "vale, no somos pareja pero seguimos acostándonos". Y ese es el mayor error que pueden cometer. Es como si, para dejar de fumar, le quitas al tabaco lo poco vegetal que aún le queda, y dejas la nicotina y el alquitrán. Es puro veneno. Satisfactorio, si, incluso reconfortante para el ego, que queda menos destrozado, pero te va comiendo poco a poco.

-¿Es lo que te pasó a tí?

Él dudó, puesto que hasta ahora, había estado hablando de un caso supuesto e hipotético. Cruzar el umbral de lo personal con alguien a quien acababa de conocer suponía una nueva apelación a la bondad de la humanidad. Pero no tenía nada que perder, ya que no volvería a verla en la vida.

-No. En mi caso fue distinto. No hubo un acuerdo para mantener la relación a un nivel determinado. Todo fue muy explosivo y, simplemente, un tiempo después de dejarlo, tuvimos nuestro momento nicotínico.

-¿Y cuál fue el problema entonces?

-El problema fue darme cuenta de la realidad. De que lo que echaba de menos no era solo su compañía, ni siquiera un impulso sexual. Lo que realmente echaba de menos era que, de madrugada, me despertase sin querer dándome una patada por un mal sueño. O que, a la mañana siguiente, su brazo pegajoso y caliente me diese calor. No echaba de menos la nicotina y el alquitrán, sino la planta de tabaco, y yo mismo la había cortado hacía tiempo, de modo que era imposible que volviese a crecer.

-¿Y qué hiciste?

-Cortar por lo sano. Aún hoy, cuando siento el mono de la nicotina, me salgo a la calle y fumo hasta que me raspa la garganta. Así me recuerdo a mi mismo que es mejor así, que no tiene sentido que dos personas lo pasen mal por el capricho de una de ellas.

Ella apuró el cigarro y lo apagó contra el suelo. Le miró fijamente a los ojos y dijo cuatro simples palabras.

-Vamos a tu casa.

-¿Qué?- respondió él con cara de no entender nada- Mira, no te conozco de nada, y me pareces muy maja, incluso eres bastante mona, pero no creo que ir a mi casa sea lo adecuado.

-Es verdad. Primero vamos a tomarnos unos chupitos, y después vamos a ir a tu casa a por tabaco, y a dormir.

-¿A dormir? Creo que me voy a ir a dormir yo, pero tú no me vas a acompañar. Ni siquiera se tu nombre.

-¿Y no es mejor así? Algo anónimo, como sexo sin compromiso entre desconocidos, pero al revés. Ternura sin compromiso entre desconocidos. Yo también echo de menos que alguien me ronque al oído por las mañanas. No eres el único que ha tenido relaciones nicotínicas, ¿sabes?

Él se lo pensó durante medio minuto. Al final, accedió.


El reloj marcaba las cuatro de la mañana cuando terminó de recordar la noche anterior. Llevaba unas dos horas durmiendo con aquella desconocida. No había pasado nada entre ellos, ni siquiera un beso furtivo como consecuencia de la botella de tequila que se habían bebido. La miró y ella abrió los ojos. Se sonrieron y volvieron a cerrar los ojos. Aún quedaba mucha noche para dormir.

Y a ninguno de los dos les apetecía lo más mínimo fumarse un cigarrillo.



OST: Post Break Up sex. The Vaccines


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