Tomo una botella de vino
y voy a beberla entre los árboles.
Siempre somos tres, contando a mi sombra
y a mi amiga, la resplandeciente luna.
Por suerte, la Luna nada sabe de beber
y mi sombra nunca está sedienta.
Cuando canto, la Luna me escucha, en silencio.
Cuando bailo, mi sombra baila también.
Al fin de cada fiesta, los invitados deben despedirse.
Yo desconozco este pesar.
Cuando vuelvo a casa, la Luna vuelve conmigo,
y mi sombra
me sigue
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