lunes, 27 de febrero de 2012

Hambre

Aspiró hondo. El humo que escapaba de sus pulmones ascendía hacia el negro cielo nocturno, adoptando formas caprichosas mientras se alejaba de su boca. La luz de una farola teñía de naranja las calles grises, y su ropa negra le ayudaba a sentirse parte de ese mundo de tinieblas. Tenía hambre, pero no de la que se calma comiendo.

Tenía ese tipo de hambre que le despertaba por las noches, inquieto y angustiado. Una sensación de desasosiego por lo negro de las perspectivas, por el distorsionado blanco de un pasado que creía mejor y por el gris de la situación actual. Quería comer, pero no con la boca. Quería masticar las oportunidades, deglutir los éxitos y digerir los fracasos. Cualquier cosa sabría mejor que ver el plato de las perspectivas vacío.

Pero esa noche no ocurriría. Apuró el cigarrillo y continuó caminando. Porque, al fin y al cabo, ir hacia el frente era lo único que había sabido hacer desde siempre.


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