No podía evitar pensarlo mientras miraba fijamente el techo y en sus auriculares sonaba Gary Jules a todo volumen.
Pero daba igual, porque no merecía la pena ser el único cuerdo en un mundo lleno de locos. Así que se levantó de la cama y se subió a lo mas alto de la locura.
Tal vez no hubiese vuelta atrás. Pero aquello importaba poco. Se sentó al piano y sus dedos comenzaron a dibujar la melodía del estribillo.
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